Mensaje A Los Inmigrantes De Ayer Y De Hoy
Hoy, 4 de septiembre, es para todos nosotros un día muy especial.
Como ocurre cada año desde el dictado del Decreto 21430 de 1949, suscripto por el Presidente Juan Domingo Perón, Argentina rinde homenaje a todas aquellas personas que han llegado a nuestras tierras en búsqueda de un sueño.
Hoy, como ayer, miles de inmigrantes procedentes de distintos lugares del mundo, son recibidos en la Argentina. Desde hombres y mujeres de los países hermanos del MERCOSUR y sus Estados Asociados, con quienes nos une una historia y un proyecto común; hasta hombres, mujeres y niños procedentes de Europa, que llegaron a nuestro país escapando de la miseria, el hambre y la guerra. Pero también, hombres y mujeres provenientes de Oriente, de Africa y de Oceanía.
Argentina ha sido, y ha vuelto a ser -merced a la sanción de la ley 25.871-, un país generoso y abierto a la inmigración. Desde los albores mismos de esta joven Nación -próxima a cumplir sus primeros doscientos años-, los Constituyentes de 1853 así lo quisieron. Pero aun antes de la organización político institucional de nuestra República, el 4 de septiembre de 1812 Bernardino Rivadavia, Feliciano Chiclana, y Juan Martín de Pueyrredón dictaron el Primer Decreto del Gobierno Argentino sobre el Fomento de la Inmigración.
El Presidente Perón señalaba que esa fecha y esas firmas evidenciaban que, “… desde los primeros días de la patria, fue preocupación argentina el compartir con todos los hombres de buena voluntad de la tierra, en amplio y generoso gesto, las inmensas posibilidades que la Providencia brindaba a los nacidos a lo largo y a lo ancho del fecundo suelo patrio…”
Cierto es que sobre la base de una mal entendida doctrina de la seguridad nacional, algunos gobiernos de facto intentaron, sin éxito, cerrar las fronteras y desandar el camino andado desde los inicios mismos de la construcción de nuestra Nación. Afortunadamente, hemos podido recuperar la tradición histórica, y es nuestra aspiración, porque así nos lo han indicado la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el Ministro del Interior Florencio Randazzo, continuar en esta senda que nos ha permitido construir nuestra propia identidad.
Y es un día muy especial, particularmente para mí que he sido honrado para conducir esta Dirección Nacional de Migraciones, porque por primera vez en mi vida, en un marco institucional, participo de una celebración en la que se rinde homenaje a hombres y mujeres de carne y hueso; un homenaje a los próceres cotidianos, a aquellos próceres cercanos, que también contribuyeron a hacer grande nuestra nación.
Al escribir estas palabras, no pude evitar recordar parte de mi infancia. A mi abuela “Lala” retándome con ternura en un italiano que apenas podía entender. A mi abuelo “Toto” diciendo una oración en Francés. A mi familia paterna que venía bajando del Paraguay hacia la gran ciudad de Buenos Aires, pasando por Apóstoles y por San Pedro, y tantas otras cosas más… Seguramente ustedes también tendrán evocaciones similares; quizá más o menos dulces. Otros conservarán en su memoria recuerdos tristes o amargos, o sientan cierta nostalgia por lo que dejaron en sus países de origen; pero sin duda alguna, todos tenemos en común el mismo sentimiento de gratitud hacia esta amada tierra Argentina que nos ha dado “nuestro lugar en el mundo”.
Sin importar de dónde venimos, nos une también una misma bandera, la celeste y blanca, acompañada siempre por la de aquellas naciones cuyos hijos vinieron a la Argentina en búsqueda de un futuro mejor, y que con su trabajo, su humildad, su esfuerzo y su dedicación construyeron esta bendita Nación. ¡Si hasta nuestros próceres de bronce -con quienes también tenemos un deber de gratitud- fueron hijos de inmigrantes!
A todos; a quienes regaron con su sudor nuestro suelo, a quienes trabajaron en la industria, trajeron sus propias industrias y oficios, aportaron a la cultura y la educación, fundaron clubes de barrio que hoy son grandes instituciones deportivas reconocidas internacionalmente, nos contuvieron y contienen a nuestros jóvenes en sociedades de fomento, de socorros mutuos, de cooperación y asistencia, y tantas otras instituciones intermedias; a quienes nos enseñaron a querer y valorar nuestro suelo, a ser tolerantes con el otro; a quienes nos dieron la oportunidad de construir una nación pluralista, integrada, en la que no hay lugar para la xenofobia y la discriminación, en la que cada uno es libre de profesar su propio culto, nuestro más sentido homenaje.
Me causa un profundo orgullo ver la Bandera Argentina acompañada por tantas otras banderas de diferentes naciones y escuchar tantas voces unidas cantando nuestro Himno Nacional. Me enorgullece, finalmente, soñar que quizá, un encuentro de esta naturaleza, pueda despertar algún día a aquellos gobernantes que creen ver en la migración el fantasma del desempleo, la delincuencia, la desintegración y la pérdida de soberanía; a aquellos gobernantes que, olvidando su propia historia, olvidan el valor de la solidaridad.
Queridos inmigrantes de ayer y de hoy, un afectuoso abrazo.
Hoy, 4 de septiembre es un día muy especial.
Muchas gracias.

Martín Augusto Arias Duval.
Director Nacional de Migraciones.